
Respirar. Suponemos que, al
sernos imprescindible, es un ejercicio habitual, que controlamos. Se nos corta
la respiración, sin embargo, aunque no muy a menudo. Se acelera ante un
peligro. Lo más peligroso sería dejar de respirar, pero ¿quién se atreve?
¿Quién es capaz de darle un uso divergente a un sacacorchos, por ejemplo?
Sacarnos la vida, descorchar nuestro dolor...