jueves, 28 de mayo de 2015

LAS CRÓNICAS DE MJ: Invocación a Hécate “MEDEA” Séneca / Andrés Lima / Aitana Sánchez Gijón



Amo los procesos. El arte, en especial el dramático, es sobre todo eso: la prueba viva de un proceso. No hay nada absoluto, de ahí que un resultado artístico sea tan solo un punto de inflexión en una búsqueda que tiende al infinito. Si no va cargado de infinitud, no es arte.
El artista suele crear en soledad, aunque a menudo baje al mundo. Pero el arte dramático es una disciplina colectiva, ya como concepto. Dionisos solía emborracharse en compañía.

Es destacable, sin embargo, la actitud generosa de estos tres directores (Sanzol, Lima y Del Arco), pilares en los que se asienta el interesantísimo proyecto “Teatro de la Ciudad”; que, sacrificando el temor a quedar expuestos a opiniones y críticas desde el inicio de los ensayos, se arriesgan a compartir y a ser influenciados por fuentes diversas, para después llevar a cabo sus propuestas de forma más autónoma hasta acabar representándolas al unísono en un mismo espacio escénico del Teatro Abadía.



Me considero afortunada, pues se me ha hecho partícipe, a mí y a tantos, de esos talleres previos de investigación en los que se ha puesto a prueba lo eterno. No he catado aún “Entusiasmo”, la guinda en el pastel, pero no tardaré en hacerlo. Tras esta amenaza suculenta, vamos a lo que  hoy me ocupa: mi crónica de “Medea”



Al ser humano hay que explicarle la realidad y convencerle de que pertenece a ella. La naturaleza mágica de la existencia, la sublevación de sus elementos, genera el rito.
Una invocación es cosa seria. He de confesarlo: no pude abrir la boca, el día en que se nos animaba a participar desde nuestros asientos pronunciando el nombre de la diosa, en los talleres de Teatro de la Ciudad. Creo que fui la única “oyente”, en esos momentos. El sonido de tantas voces, reunidas también en un coro de jóvenes, o en el  grupo de  actrices convocadas para improvisar atmósferas; todo ello, aún me retumba dentro.



“Dentro”… Hermosa palabra, con eco que se difunde. Porque a todo interior, lo externo lo circunda. Aitana es actriz de recovecos ignotos, digna hechicera de espacios exentos de límites. Si ella me hubiera pedido invocarla, durante la función, la otra tarde, lo hubiera hecho; a la diosa o a ella misma.
Andrés Lima parece haber concebido “Medea” como acto poético, no como espectáculo. Asistimos, conmocionados, a la metamorfosis de Aitana en Medea. Lo que indagamos, lo que nos interesa, es lo que pasa dentro de Aitana; ya que todo lo externo, incluso el resto del reparto, el público mismo, está a su disposición, no solo la contempla. El mismo director narra su historia, la de Medea; y es su Jasón y su Creonte.  De rodillas, perra sumisa; con los ojos en blanco, inyectados de vaticinios atroces; presa de convulsiones, contagiada de los síntomas de su señora, avanza la nodriza (Laura Galán); siendo, a la vez, portavoz de infantes impedidos, mutilados, que preguntan sin tregua. Asistir a Aitana en todo momento pretende la música en vivo, de una exquisitez digna de la ópera, magníficamente interpretada por Joana Gomila; para que nada nos distraiga de lo esencial, que es el dolor de Medea, su transformación y el terror hipnótico que nos provoca.



Todo aquello que anhela poseer es poseído. La pasión habita el cuerpo, dispone de él y lo disloca. Nos falta el aliento en la escena con Jasón, pues el amor parece rescatable, asoma su cabeza de la ciénaga; mas le disuaden golpes certeros y se hunde. Tras la humillación definitiva, se va desnudando Aitana ante nuestros sentidos atónitos, va dejando paso a lo monstruoso que en ella anida; y que dormita, enroscado en lo más profundo de  cada uno de los que mira. La regresión como punto de vista.


©Foto Luis Castilla

En esta versión del texto de Séneca, es cada sintagma una llave hacia el fracaso del mundo, una oscura liturgia. Las palabras se hacen carne en Medea para traernos a Hécate de vuelta,  sacudirla en angustia indecente y fecundarla en tentación híbrida, ídolo impregnado de tierra húmeda.
Al fin, brota la violencia más terrible, pero sin sangre. Desde las altas cumbres de la civilización, se despeñan palabras huecas; la rigidez se quebranta, se hacen añicos las súplicas.
Tan solo queda el polvo estremeciendo el aire.
Inmensa, Aitana Sánchez Gijón, inmensa… ¿Qué más decir?... Inmensa…
Gracias,



MJ 
María José Cortés Robles




Fotografías 









viernes, 22 de mayo de 2015

¡AY, MANUELA! por Sara Núñez de Arenas

Ayer por la noche mi amigo Asier Vázquez, me mandó un audiowhatsapp haciendo referencia al número de veces que uno tendría que realizar ciertas prácticas orales si quisiera tener una empresa cultural sostenible.
Yo le dije que no sabía, que después de este año no tenía muy claro que es lo que tenía que hacer y que a lo que me estaba dedicando últimamente era a lo que otro gran amigo (Johnny Aranguren) me dice cada vez que me ve:

"Sara, no te bajes"
Y aquí estoy yo, sin bajarme.

Aquí estamos muchos que no nos bajamos y que cada día nos peleamos, con nosotros mismos, con Hacienda, con los Ministerios, con los actores, las actrices, los directores, las directrices y en algunas ocasión es posible que si nos pilla en un día tonto, hasta golpeemos a algún espectador que haga un comentario desafortunado o que simplemente pase por ahí.

Es verdad, que los de la cultura nos estamos siempre quejando: Que si el 21%, que si el No a la Guerra, que si el Nunca Mais, que si la Educación, que si Nomecambieselnombredelteatroporqueeseseñorerarojo, que si la SGAE, que si los cánones, que si el PP, el PSOE, que si uno y que si otro. Estamos crispados, estamos cansados, necesitamos hacer justicia permanentemente.
Somos un poco pesados, es verdad. Pero es que si estás en el Teatro, de repente se te pegan ciertas cosas, de pronto te ves diciendo palabras que no parecen tuyas y como poseídos por un sentido universal de la justicia nos convertimos en "Minihamlets".




Asier y yo, no llegamos a ninguna conclusión. Pero él me dijo "Sara, preséntate a ministra de cultura, que yo te voto".
Joder.
Pues sí que está mal el patio.
Yo me puse a pensar, que por qué no, por qué no entrar en política, por qué no intentar cambiar las cosas. Y luego me di cuenta que es lo que llevo intentando hacer un año desde LA CONOCIDA, y que lo más difícil como decía Martin Scorsesse a su hija, es no perder la chispa, la ilusión.

Lo que pasa amigo Asier, es que hoy me he levantado y he tenido una idea. Una idea que creo que podría cambiar el curso de la Historia. La idea se llama:

"Acompañe a un político al Teatro"

Y tiene su origen en un acontecimiento que yo misma viví en mis carnes. Una historia que no es que esté basada en hechos reales no, es que es verdad verdadera, verdad como la vida misma, completamente real:

Yo una vez vi Macbeth en los Teatros del Canal y a mi lado estaba un espectador.
Un señor, de nombre: Rodrigo Rato.

Yo creo que esa función a el le caló porque la máxima es que si el rey viene a dormir a casa, será que el destino quiere que lo mate.
Que oye mira si los demás no se dan cuenta, pues... adelante. Black is Black.
¿No tiene mandanga?
Macbeth.
¿Really?



Me gusta pensar que aquel día le sirvió para que la fuera cagando progresivamente, que al llegar a su despacho se le aparecieron las tres brujas, que se acojonó pensando que como al mejor de todos los hombres Macbeth, le podían pillar.
Me encanta pensar que aquel día, ese hombre en esa butaca pensó.

Así que he decidido que si ellos mismos no van, porque se la refanfinfla, tenemos un deber como sociedad.
Hay que llevar a nuestros políticos al teatro, oiga usted.
Hay que llevar el teatro a los políticos allá donde se encuentren: mítines,  congresos, senados, cárceles.
¡Adelante compañeros!

No me digan que no les parece maravilloso amigos, que no disfrutarían Esperando a Godot junto a Mariano Rajoy, viendo El Oso con Montoro, El Jardín de los Cerezos con Ada Colau, Bodas de Sangre con Pablo Iglesias, La señorita Julia con Esperanza Aguirre, Aznar y señora recordando tiempos pasados con Romeo y Julieta ... ¡Las posibilidades son infinitas!




Seguramente cuando ustedes empezaron a leer este artículo, lo hicieron porque pensaban que hablaría de Manuela Carmena. La cual, no les voy a engañar me cae estupendamente.
Pero no, no he venido a hacer esto.
Ni a recomendarles que si se dedican al teatro, voten ustedes a la izquierda.
Pues miren, no tengo ni idea.

Pero creo en lo que ya sucede, creo en la ilusión, creo que ha llegado el momento de dejar de devorarnos unos a otros. Ya estoy cansada de que me intenten comer, estoy cansada de que me digan que no se puede hacer nada, que la vida es así, que España es un desierto y el teatro es una mierda.
Pues mire usted, no me da la gana.





Nos merecemos ilusionarnos e ilusionar a los que nos rodean y hacer el mejor teatro del que seamos capaces.
Sea cual sea vuestra opción ejercédla el día 24 de mayo y ya sabéis:

"Conocidos, no os bajéis"

Sara Núñez de Arenas García

jueves, 14 de mayo de 2015

LAS CRÓNICAS DE MJ: DE LO INSOPORTABLE VULNERADO “Regreso al Hogar”, HAROLD PINTER / IRINA KOUBERSKAYA



¿Qué reducto insobornable nos mantiene erguidos y alerta entre la podredumbre? ¿Por qué ahondar en las raíces amargas de la vida? ¿Qué impulso de los ínferos nos impide la renuncia?
Cuando se violenta la palabra como a una virgen disfrazada, cuando se busca la estridencia que reverbera en los corazones, cuando la acción arrasa con lo codiciado por los simples, cuando la entrega corrompe… ¿a dónde mirar?, ¿cómo no huir?


La belleza compasiva dando cobijo al tedio más salvaje, abriéndose paso entre la desesperación y el vicio. La desidia reconociendo la elocuencia mancillada  del silencio.
Irina Kouberskaya sabe bien que lo artístico es eso que permuta bajo obviedades; esa cadencia insólita que surge de pronto, hipnotizando a los perdidos en la vorágine de la existencia; ese instante detenido que nos salva de la indigencia emocional y del ensordecedor aullido del destino. Irina conoce bien nuestra tendencia a la completud, a fortalecer nuestra presencia imantada de infinito. Es, por lo tanto, prodigioso el encuentro entre esta directora y Rocío Osuna, actriz que encarna el único personaje femenino, “Ruth”; todos los reunidos aquella tarde en Teatro Tribueñe como tal lo celebramos. Esta talentosa actriz, siguiendo las sabias directrices de Irina Kouberskaya; se aventura por  senderos intransitables, entre rescoldos encendidos por los bajos instintos; como ofrenda del marido en su “regresar a la hoguera”, que no al “hogar”, porque el pasado es ya una pira ávida de sacrificio y se hace su ambiente extraña humareda irrespirable.



Abrimos la puerta a lo repulsivo en nosotros con la misma llave imaginaria que los actores. ¿Qué hallazgos compartimos? Alimañas acechando cualquier atisbo de ajena complacencia, familiares próximos, de la propia sangre,  que se sirven su porción de dicha de nuestro propio plato sin  solicitar los permisos pertinentes. Nos sentimos atacados en nuestro orgullo junto a “Teddy” (aquella tarde reencarnado en el actor Pablo Múgica).
Uno cree que los propios orígenes son tan solo la nostalgia de una suerte asumida como desgracia o como ventura en el reparto de la fortuna; que puede uno alejarse de los congéneres, distinguirse, mejorarse… Pero ningún ser humano permanece exento de las máculas de la deshonra si, estando en el lugar indicado y a tiempo, pudiendo reaccionar, no hace nada para remediar la ignominia.  Y es que no resulta salubre rebuscar en las cloacas, por mucho que identifiquemos nuestros propios deshechos.



La propuesta de esta directora transciende el tan manido enfrentamiento entre los géneros; no nos habla de maldades ni de bondades, sino de lo sórdido y lo sublime, dos caras de una misma moneda. No es una obra fácil de ver, cómoda, ni divertida. Pese a ello, este trabajo, en su controversia, es capaz de dibujar una media sonrisa en los rostros de los espectadores, máscaras superficiales de su atención perpleja. Despierta nuestra empatía, aunque nos resulte asombroso, la desfachatez del resto de los personajes masculinos, desde los más endurecidos por su batallar sin esperanzas contra la erosión del paso del tiempo (“Max”, interpretado magistralmente por Fernando Sotuela), hasta la tristísima mímesis del fracaso practicada por el simple, el inocente perdido en el resplandor giratorio de los espejos (Miguel Pérez-Muñoz en su entrañable interpretación de Joey). Todos ellos insectos rastreros y, en contraste ella, única libélula en la oscuridad.



Hay momentos verdaderamente mágicos: la desnudez de un abrazo que se  ha disuelto lentamente en caricias, el ensamble de dos cuerpos recogidos en ternura que se fecunda… Otros, mitológicos, del mundo de los sueños: el erotismo sacralizado en una danza imposible de diosa que se multiplica…
La saciedad consuela, pero el amor está huido. A veces regresa unos instantes para mirarse en el abismo de unos ojos… y cree reconocerse… pero se desvanece… ¡Aún nos queda la belleza!
Gracias a todos los artistas que participan de esta función, de esta ‘rara avis’, orquídea negra de intenso perfume que embriagó nuestros sentidos hasta el desvanecimiento la otra tarde en Teatro Tribueñe.
Vayan a verla, si aman el arte, pero sin garantía ninguna de salir indemnes.

MJ 

María José Cortés Robles