martes, 9 de diciembre de 2014

EL GUIONISTA CONTABLE: Cifras y Letras

Sí, así como lo pone. Guionista contable. Cifras y letras, como aquel mítico programa que si lo hubiera dirigido Jordi Hurtado aún seguiría en antena. Eso es lo que soy a día de hoy. Un guionista que busca la rentabilidad de un restaurante importante de Madrid. Total contradicción. Y total ironía, si me apuras.
Cuando me pongo a pensarlo bien, caigo en que vivo en un mundo deseado para los guionistas. La antítesis, el conflicto, contrariedad, contradicción... Madrileños contra catalanes, hombres contra mujeres y rudos contra pijas. Eso y una localización muy española. Un bar. Y... ¡Voilá! Ya tienes una serie como Los Serrano para dar rienda suelta durante ocho temporadas. ¡8! Lo demás, ya no importa. Da igual si metes actores que casi son padres para papeles de adolescentes, una banda sonora de la que preferiría no hablar por respeto a Hans Zimmer y un final ¡Ojo spoiler! de traca, en el que todo es un sueño... Increíble, pero cierto.




Pues ese es el mundo en el que vivo yo. No el de pijas y bandas sonoras, sino en el de la antítesis total. Haciendo números y verificando si los costes de una cosa y otra cuadran y dejan un beneficio a la empresa. Aunque siempre hay que decir que todo tiene similitudes, así como Dios dijo que todos éramos hermanos. Que por cierto algo fetiche sí que suena eso. Me veo encerrado en el cuarto de baño (mítica escena) amenazado por Antonio Resines con una escobilla de váter acusándome de incesto por acostarme con mi pareja.
-"Que Dios dice que todos somos hermanos, que es tu hermana joder, joder, que te meto, macho..."
Uff, no, quita, quita...
Las similitudes en mi puesto de trabajo con el guión son escasas, pero para eso estamos para crearlas.
¿Cómo puede llegar a sobrevivir la creatividad entre croquetas, dj's y mojitos? ¿Cómo las letras sobreviven a un tsunami de números?





Recuerdo la primera vez que nos reunimos para decidir si subir el gramaje a cada plato sin subir el precio de venta y sin cambiar la calidad de la materia prima. Eso es como hacer que la función dure dos horitas y media más por el mismo precio de venta de la obra y sin quitarte del cartel a José Sacristán y Maribel Verdú. Cuanto menos, complicado. Muy vistoso sí, pero poco rentable.
- "No sé cómo podemos hacerlo, pero tenemos que aumentar el gramaje de cada plato"
Esa era la directriz. Darle más peso a la merluza, a las patatas o a lo que sea. Era darle una o dos frases más a un personaje. La putada es que ese personaje está creado por un profesional (chef) que sabe que hablando sólo eso, no va a desestabilizar el resto de la historia. Con lo cual...¿Doy más letra al solomillo y obtengo menos números? ¿O doy más protagonismo al plato, pero le pongo mejor cartel y un precio adecuado?




Letras y números. Sobrevivo pensando que la carta del restaurante es nuestra obra, nuestros platos son nuestros actores y nuestro local nuestro escenario. Un espacio donde se buscan buenos intérpretes (camareros, recepcionistas...) que hagan sentir a esos espectadores (odio la palabra cliente) como en su casa.
Y todo ello con un claro objetivo, que vuelvan. Y ahí debo decir, que es donde se encuentra otra similitud entre cifras y letras. El objetivo. Al final, un contable busca cumplir un objetivo y un guionista busca que algún personaje cuente su objetivo a través de imágenes, diálogos y miradas.
Que vuelvan a venir a comer. Que vuelvan a venir a ver nuestras obras. Que vuelvan a comprar un libro escrito por mí.
Al final, uno puede sentirse mal por no destinar todo el tiempo que quisiera a lo que le llena el corazón, pero sentirte totalmente desplazado o aislado de lo que ama por tener que estar ocupado en otra cosa se demuestra que es una simple excusa. Y barata. Mi mente no para de hacer números buscando rentabilidades, pero mi corazón no deja pasar ni una ocasión que tenga que ver con plasmar letras en un papel.



Y aquí estoy, escribiendo en este fantástico blog lo que me pasa por la cabeza. Volviendo al principio de la cuestión, un guionista desconocido escribiendo para La Conocida.
Bendita contradicción...



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