miércoles, 14 de enero de 2015

LAS CRÓNICAS DE MJ - “FAUSTO” Goethe / Pandur

Me he decidido a intentar describirlo, este trabajo de Tomaž Pandur, a toro pasado. El ticket de entrada ha caído del interior del programa de mano cuando lo he alcanzado del corcho de la pared al que estaba sujeto; se ha introducido tras un mueble y me he esforzado en sacarlo; conservo todas las entradas de las funciones de teatro a las que he asistido. No sé cómo descifrar esta señal, si es que lo fuera... No importa, hago acopio de relativismo y me siento frente al ordenador a reorganizar en mi mente este asunto del Fausto traído hasta nuestra sociedad informatizada, conexionada, programada.

 

Las atmósferas teatrales, los principios y los finales de espectáculo, siempre me ofrecen credenciales sobre la calidad artística de los mismos. Desde la entrada a la sala del Teatro Valle Inclán un leitmotiv musical hipnótico destilaba  esencia de misterio, con su goteo de notas metálicas. “Silencio”, llevaba por título esta música enigmática, a punto de revelarse como inquietud común bajo el susurro de las conversaciones previas  al hecho teatral.

En el escenario, la inmensa verticalidad de un muro era ilustrada por mensajes transcritos de forma instantánea que, de igual modo, desaparecían; por proyecciones múltiples y cambiantes; reflejos ilusorios de una realidad envuelta en llamas, ajena a la caverna desde donde contemplábamos inmóviles y mudos, en espera del acontecer menos cotidiano, el que provoca asombro. Estrechas grietas de escape, si se curase el olvido, ubicado lo humano en la infernal tecnología: arquetipos y consignas.

Primero la presencia, apenas advertida, de un ser pensante recluido en sí mismo; de inmediato la palabra como un torrente que no cesa. Que no cesa.
Hubiera necesitado releer previamente a Goethe, o la versión del texto utilizada, para asimilar la densidad del pensamiento vertido sin pausa por boca de los actores. No hice lo primero, ya que lo segundo era imposible; error mío. Desde la ignorancia, no se puede pretender abarcar lo compilado por el ejercicio de un sabio. La genialidad de Goethe, su transcendencia, ha de traducirse de modo indispensable en algo complejo, a no ser que se labore para agradar con simplezas. El arte no debería dedicarse a eso, a fomentar el estado catatónico de muchos o facilitar digestiones intelectuales, solamente. El ejercicio del pensamiento impone una hondura y una amplitud intrínsecas, como herramienta para la clarividencia. Teatro y filosofía siempre han ido de la mano; pero esta última disciplina, de indagación conceptual, tiene por costumbre ir en avanzadilla, va dejando atrás lo expresado, lo plasmado, lo aparentemente asido; y se inmiscuye, incluso, en el campo de las probabilidades; de las ecuaciones sin resultado, de la ciencia.



Porque ¿qué es la vida sino eso, una ecuación irresoluta por los siglos de los siglos? ¿Qué sería del ser humano si conociese de antemano las respuestas? Tan solo quedaría ceniza, dunas negras donde revolcarse como penitencia, columnas serpenteantes de aromático incienso para adormecerse en lo eterno. Esa es la base de todo, el terreno que pisamos, el limbo en el que flotamos.

Mientras tanto, la representación continuaba. En la perplejidad del trato con los semejantes, lo grotesco divinizado daba paso al resto de los habitantes del circo. Mefistófeles emparedado seducía la opacidad de los contornos con un pacto sangriento.

Pandur iniciaba así el ritual desenfrenado de los sentidos: La promiscuidad de la esperanza; cuando el amor es una doncella ebria, mancillada por muchos. La potencia visual del sacrificio compartida compulsivamente, hasta la saciedad, hasta el vómito. El festejo del dolor como elixir que transporta,  que eleva del vacío. Lamentos armónicos, ecos sublimes de cada pérdida.
 

Cayó el muro hasta su vértice más lejano, transformándose en una nave que surcaba las maravillas del mundo. Fausto triunfante inició el viaje sin retorno. Es entonces que sobrevino la magnitud de lo estético, cristalizándose, cuando todo se ha cumplido y ya no hay tiempo.

“Ahora sí puedo decir: ¡detente, instante, eres tan bello!”

Me interesa este director. Iré parapetada de lecturas en una próxima ocasión, de reflexiones y de experiencias. Será más vieja. Es un compromiso,




MJ Cortés Robles

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