miércoles, 18 de noviembre de 2015

NADIE por Asier Vázquez

SEÑORA X.- "¡Amelia! Qué haces aquí sentada, sola el día de Nochebuena"


Yo no sé si quien calla otorga siempre; o si su silencio es un ámbito
privado y profundo que le exime del dolor o la desesperanza; o si su
boca vacía de sonidos constituye un umbral de defensa insólito e
infalible que en ocasiones lo desgaja del mundo; o si, por el
contrario,  igual que sucede en el territorio de las palabras, se
enmarañan y se confunden los sentimientos ocultos bajo la piel propia
con los que exhalan casi sin percatarse los otros a su paso.

Tampoco sé si quien habla casi sin oposición con una aparente e
impecable entereza, socialmente promovida y aceptada, ufana desde su
pedestal de hielo, se cree todas las palabras manchadas de tiempo que
se sorprende esgrimiendo con violencia de veneno; o cuánto más podrá
soportar el asedio de las acechanzas y la traición; o si, por el
contrario, quisiera en realidad callar aunque no pueda porque aún no
sabe a ciencia cierta si debiera decir lo que dice o ir más allá.

También es cierto que el silencio de quien calla está veteado de
llanto y de canto, de risa, de una forma más densa y más ininteligible
de silencio. Y que quien no cesa de hablar soporta sobre si una
pesada carga de delirio y furia, los restos de la burla arrojada como
lluvia fina de polvo y su reverso la flaqueza que retorna, objetos que
fueron inocuos o lo parecieron en otro tiempo que ya no es este en los
que se reflejan como filos que hieren recuerdos y semejanzas.

Entonces, ¿quién es la más fuerte? Nadie, quizá. Porque ya se sabe que
la mano que asesta el golpe mortal se mancha invariablemente con la
sangre del asesinado y, al mismo tiempo, algo queda sedimentado en el
lecho de las venas del asesino de la muerte que acaba de impartir. Y
como sucede a veces, es aún demasiado temprano o incluso ya tarde para
que no se sepa aún quién fue quién en un momento encapsulado de la
historia. Es cierto. En ocasiones no basta con estar delante para
poder saberlo. Pero yo que ustedes bajaría las escaleras y aguzaría el
oído que el tigre ya empieza a entonar la melodía con su voz indomable
que muy pronto será silencio. Y, ¿lo escuchan? Alguien empieza a
pronunciar un nombre de mujer PAULATINAMENTE como si abriera una
compuerta interior...


ASIER VÁZQUEZ

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