jueves, 14 de mayo de 2015

LAS CRÓNICAS DE MJ: DE LO INSOPORTABLE VULNERADO “Regreso al Hogar”, HAROLD PINTER / IRINA KOUBERSKAYA



¿Qué reducto insobornable nos mantiene erguidos y alerta entre la podredumbre? ¿Por qué ahondar en las raíces amargas de la vida? ¿Qué impulso de los ínferos nos impide la renuncia?
Cuando se violenta la palabra como a una virgen disfrazada, cuando se busca la estridencia que reverbera en los corazones, cuando la acción arrasa con lo codiciado por los simples, cuando la entrega corrompe… ¿a dónde mirar?, ¿cómo no huir?


La belleza compasiva dando cobijo al tedio más salvaje, abriéndose paso entre la desesperación y el vicio. La desidia reconociendo la elocuencia mancillada  del silencio.
Irina Kouberskaya sabe bien que lo artístico es eso que permuta bajo obviedades; esa cadencia insólita que surge de pronto, hipnotizando a los perdidos en la vorágine de la existencia; ese instante detenido que nos salva de la indigencia emocional y del ensordecedor aullido del destino. Irina conoce bien nuestra tendencia a la completud, a fortalecer nuestra presencia imantada de infinito. Es, por lo tanto, prodigioso el encuentro entre esta directora y Rocío Osuna, actriz que encarna el único personaje femenino, “Ruth”; todos los reunidos aquella tarde en Teatro Tribueñe como tal lo celebramos. Esta talentosa actriz, siguiendo las sabias directrices de Irina Kouberskaya; se aventura por  senderos intransitables, entre rescoldos encendidos por los bajos instintos; como ofrenda del marido en su “regresar a la hoguera”, que no al “hogar”, porque el pasado es ya una pira ávida de sacrificio y se hace su ambiente extraña humareda irrespirable.



Abrimos la puerta a lo repulsivo en nosotros con la misma llave imaginaria que los actores. ¿Qué hallazgos compartimos? Alimañas acechando cualquier atisbo de ajena complacencia, familiares próximos, de la propia sangre,  que se sirven su porción de dicha de nuestro propio plato sin  solicitar los permisos pertinentes. Nos sentimos atacados en nuestro orgullo junto a “Teddy” (aquella tarde reencarnado en el actor Pablo Múgica).
Uno cree que los propios orígenes son tan solo la nostalgia de una suerte asumida como desgracia o como ventura en el reparto de la fortuna; que puede uno alejarse de los congéneres, distinguirse, mejorarse… Pero ningún ser humano permanece exento de las máculas de la deshonra si, estando en el lugar indicado y a tiempo, pudiendo reaccionar, no hace nada para remediar la ignominia.  Y es que no resulta salubre rebuscar en las cloacas, por mucho que identifiquemos nuestros propios deshechos.



La propuesta de esta directora transciende el tan manido enfrentamiento entre los géneros; no nos habla de maldades ni de bondades, sino de lo sórdido y lo sublime, dos caras de una misma moneda. No es una obra fácil de ver, cómoda, ni divertida. Pese a ello, este trabajo, en su controversia, es capaz de dibujar una media sonrisa en los rostros de los espectadores, máscaras superficiales de su atención perpleja. Despierta nuestra empatía, aunque nos resulte asombroso, la desfachatez del resto de los personajes masculinos, desde los más endurecidos por su batallar sin esperanzas contra la erosión del paso del tiempo (“Max”, interpretado magistralmente por Fernando Sotuela), hasta la tristísima mímesis del fracaso practicada por el simple, el inocente perdido en el resplandor giratorio de los espejos (Miguel Pérez-Muñoz en su entrañable interpretación de Joey). Todos ellos insectos rastreros y, en contraste ella, única libélula en la oscuridad.



Hay momentos verdaderamente mágicos: la desnudez de un abrazo que se  ha disuelto lentamente en caricias, el ensamble de dos cuerpos recogidos en ternura que se fecunda… Otros, mitológicos, del mundo de los sueños: el erotismo sacralizado en una danza imposible de diosa que se multiplica…
La saciedad consuela, pero el amor está huido. A veces regresa unos instantes para mirarse en el abismo de unos ojos… y cree reconocerse… pero se desvanece… ¡Aún nos queda la belleza!
Gracias a todos los artistas que participan de esta función, de esta ‘rara avis’, orquídea negra de intenso perfume que embriagó nuestros sentidos hasta el desvanecimiento la otra tarde en Teatro Tribueñe.
Vayan a verla, si aman el arte, pero sin garantía ninguna de salir indemnes.

MJ 

María José Cortés Robles











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